viernes, 17 de abril de 2009

Filosofia

Filosofía

Leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entré ellas estaban las de Cicerón,Varrón, Séneca,Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los neoplatónicos que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que corrigió. Esta predilección se basó en considerarles los filósofos clásicos más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de la verdadera filosofía. Los principios que componen y en los que se inspira la filosofía de San Agustín son la interioridad, participación e inmutabilidad.

Con el primero hace una invitación al sujeto para que se vuelva a sí mismo, pero no para pararse en el sujeto, sino para que se dé cuenta de que en él hay algo más que lo trasciende. La mente humana está en relación con las realidades inteligibles e inmutables. Con este principio demuestra la existencia de Dios, prueba la espiritualidad del alma y su inmortalidad y además da una explicación psicológica de la Trinidad.

El segundo principio podemos enunciarlo así: todo bien o es bien por su misma naturaleza y esencia, o es bien por participación; en el primer caso es el Bien sumo, en el segundo caso es un bien limitado. Esta participación puede ser: la participación del ser, de la verdad y del amor.

En cuanto a la inmutabilidad, el ser verdadero, genuino y auténtico es sólo el ser inmutable. No existe de alguna forma o en cierta medida, sino que es el Ser. Este principio vale para distinguir al ser por esencia del ser por participación.

Dios y el hombre

La filosofía agustiniana se centra en dos temas esenciales: Dios y el hombre.

  1. Dios. Para llegar de la mente a Dios primero tenemos que preguntar al mundo, después volverse hacia uno mismo y por último trascenderse. El mundo responde que él ha sido creado y el itinerario continua; se procede a la ascensión interior, y el hombre se reconoce a sí mismo intuyéndose como ser existente, pensante y amante. Puede por ello ascender a Dios por tres vías: la vía del ser, de la verdad y del amor. Se trata de trascenderse a uno mismo, de poner nuestros pasos "allí donde la luz de la razón se enciende". Ahora bien, llegaremos a un Dios incomprensible, inefable. Este Dios es el ser sumo, la primera verdad y el eterno amor.
  2. El hombre. Agustín explora su misterio, su naturaleza, su espiritualidad y su libertad. Es un grande profundum y una magna quaestio.

El compuesto humano está formado por el cuerpo y el espíritu. A pesar de lo que se dice de él, superó el espiritualismo helénico. La cárcel del alma no es el cuerpo humano, sino el cuerpo corruptible; el alma no puede ser sin él dichosa. Ésta fue creada de la nada.

La tesis fundamental que ayuda a entender el misterio del hombre es su creación a imagen de Dios, que es propia del hombre interior, de la mente. Pero ha sido deformada por el pecado y será la gracia la encargada de restaurarla.
El hombre sólo adhiriéndose al ser inmutable puede alcanzar su felicidad. En este encuentro de Dios y el hombre, Agustín examina la delicada cuestión de la gracia y la libertad.
Agustín defendió la libertad contra los maniqueos y la existencia de una sola alma y una sola voluntad: era yo mismo quien quería, yo quien no quería; yo era yo. Por último, también exploró el tema de las pasiones, reduciéndolas a la raíz común del amor. En las pasiones advierte tres posibilidades: ausencia de pasiones, orden en las pasiones y desorden o concupiscencia, la cual le hace llegar a una guerra civil.

Ser, conocer, amar

A los grandes problemas del ser, conocer y amar, le da tres soluciones, que son la creación, la iluminación y la sabiduría o felicidad.

  1. Creación. Explica el problema del origen de las cosas, diciendo que Dios creó todas las cosas de la nada. Existen tres maneras de proceder una cosa de otra: por generación, por fabricación o por creación. Esta última sólo es capaz de hacerla Dios.
    La creación ha tenido lugar en el tiempo. Dios crea de la nada y crea según razones eternas (ideas ejemplares existentes en la mente Divina). Pero no todo es creado de la misma manera, Dios ha creado todo simultáneamente, pero unas cosas las ha creado en sí mismas y otras virtualmente, en sus gérmenes invisibles. Esta es la teoría de las rationes seminales.
    Todas las cosas son buenas porque las ha creado Dios, y las ha creado porque ha querido. Por ello el mal no puede ser una sustancia sino que es defecto, privación. Hay dos especies de mal: el mal que el hombre sufre contra su voluntad y el mal que comete voluntariamente. El primero es el mal físico y el segundo es el mal moral. Los dos provienen de la deficiencia de la criatura. Sin embargo Dios no es la causa de ningún mal, solamente lo permite, ya que Él puede sacar bien del mal.
    Otro tema es el del tiempo, éste es un “enigma intrincadísimo”. Podemos decir que es una distensión del alma que recuerda, intuye y aguarda.
  2. Iluminación. Nuestra iluminación es una participación del Verbo, es decir, de la vida que es luz de los hombres. Dios, causa del ser, es también luz del conocer. Los hombres percibimos la verdad de nuestras afirmaciones en la verdad inmutable. El alma intelectiva es capaz de contemplar las cosas inteligibles en una luz incorpórea especial, la verdad inmutable. Así pues, la mente humana es iluminada divinamente y esto es el fundamento de la certeza de nuestros juicios.
    Por último, podemos tener tres especies de conocimiento: el corporal, espiritual y el intelectual.
  3. La felicidad. El hombre obtiene la felicidad de Dios y esta felicidad es Dios mismo. Para él la felicidad es el gozo de la verdad y no puede ser dichoso quien no posee lo que ama, pero dichoso es sólo quien posee todo lo que quiere y no quiere nada malo. Otro paso más, no hay felicidad verdadera si no es eterna. Por eso sólo Dios, y no los bienes temporales, puede hacernos felices. Sin embargo aquí sólo poseemos la felicidad en esperanza.
    San Agustín diferencia las cosas que deben ser amadas por sí mismas, como un fin al que llegar y del que gozar y las cosas que son medios para el fin y de las que solamente debemos servirnos. Si nos quedamos en los medios nunca llegaremos a poseer la verdadera felicidad. La historia será así el contraste dramático entre dos amores: de sí y de Dios. Dependiendo del amor que elijamos llegaremos a ser felices o no.

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